Dime qué finca tienes, y te diré qué rentabilidad puedes lograr

El campo español es tan plural como sus gentes. Si pensamos en las explotaciones agrarias y cómo clasificarlas, lo primero que nos viene a la cabeza es la superficie. Es por todos sabido que en la zona del Ebro, Levante y este de Andalucía, la agricultura consiste mayoritariamente en minifundios. En las Castillas, el resto de Andalucía y Extremadura, en cambio, reinan las explotaciones agrarias de más de 15 hectáreas. Y es que la superficie es un factor prioritario a la hora de gestionar las tierras; condiciona el tipo de cultivo, la maquinaría que se puede utilizar, la rentabilidad esperada y un largo etcétera. 

Hoy en día la agricultura también se caracteriza por una gestión familiar, donde rara vez ocupa una dedicación completa. El trabajo a tiempo parcial y la presencia de la inmigración en ciertas zonas de España condicionan el desarrollo de la agricultura y su rentabilidad.

Otros retos que han de enfrentar las explotaciones agrarias en España, además de la continua pérdida de población activa de los últimos años, ha sido el encarecimiento de los precios de la energía eléctrica, que pone en riesgo la rentabilidad de la actividad. En los últimos 10 años, zonas agrarias de nuestro país han visto aumentada su factura eléctrica en un 300%.

Toda explotación agraria a día de hoy debe ser rentable, y no puede vivir de las subvenciones que, como estamos viendo, son cada año más limitadas. Según la FAO, a nivel mundial, los agricultores familiares producen el 80% de los alimentos. Aunque la situación en España es distinta, las explotaciones agrarias siguen jugando un papel fundamental en el desarrollo rural del país y tienen un peso importante en la actual diversificación de actividades económicas del medio.

Y es que es muy probable que muchos de nosotros volvamos al campo. Ya conocemos a amigos y familiares que han optado por abandonar la ciudad, el tráfico, la contaminación y las prisas, para echar raíces en poblaciones próximas al entorno rural. Es evidente que España, dependiendo de cada región, avanza hacia un modelo donde el desarrollo rural y la agricultura tienen su hueco. Pero en este modelo las explotaciones agrarias deben ser cada vez más competitivas y, por tanto, deben profesionalizarse y especializase. El agricultor está abocado hacia productos de calidad, por eso en los últimos años se han desarrollado las D.O., las E.T.G., las Marcas de Calidad, productos ecológicos, producciones integradas, etc.

La profesionalización pasa por una agricultura de regadío. No hace falta mencionar la importancia del regadío en nuestra agricultura, donde una parcela llega a ser seis veces más productiva que en el caso de secano. Hace falta un uso del agua más eficiente, gestionando y diseñando la instalación dentro de unos parámetros de sostenibilidad y eficiencia de los recursos, que son limitados, sobre todo en el escenario de emergencia climática que padecemos.

También la digitalización del campo se ha convertido en una herramienta disponible en el mercado para que el agricultor pueda tomar las decisiones más acertadas sobre su explotación de la forma más sencilla posible.

SUEZ Agricultura trabaja para potenciar el desarrollo de estas fincas agrícolas en nuestro país, mejorando su rentabilidad y haciéndolas cada vez más sostenibles. Pequeñas acciones tienen grandes repercusiones, por eso SUEZ Agricultura enfatiza la importancia de elegir bien el cultivo según cada explotación, de forma que esté perfectamente alineado no sólo con la demanda y las necesidades del mercado a un corto y medio plazo, sino con las características de cada finca.